Japón, 2008
Dirigida por Yojiro Takita
Y es que mi madre, es un ejemplo de entrega a ese ser que le dio la vida, ha luchado cada dia por darle una vejez decente, cuidandolo y amandolo de una manera tan desprendida que, siento que ella lo ha preparado para ese viaje tan impostergable y enigmatico como es: la muerte.
Este preambulo, personal y hasta quizas confidencial, es lo que yo me llevo, con lagrimas en los ojos al escribir esta reseña, de lo que he podido rescatar de una pelicula tan maravillosa, sublime y dulcemente triste del director japones Yojiro Takita, ganadora del Oscar 2008 a mejor pelicula extranjera.
Suelo correrme de titulos que vienen de premiaciones academicas, quizas por el temor de desnudarme de mi poco conocimiento de cine como arte, mas bien intento siempre enfocar mi percepción de una cinta por lo que produce en mi como espectador tanto a nivel visual, argumental y hasta sentimental, por el mensaje que muchas de estas, dejan en el alma. Esta vez me equivoque y debo considerar quitarme ese perjuicio, Okubirito es una de las mejores peliculas que he visto en mucho tiempo.
Masahiro Motoki interpreta a Daigo Kobayashi un joven que tiene el sueño de convertirse en un orquestista tocando el Violoncello, es un hombre felizmente casado y proviene de una familia olvidada en su pasado, una madre fallecida y un padre que los abandono de muy niño por otra mujer. Luego de un fracaso en su sueño de ser musico decide desistir y viaja a su pueblo natal a emprender una nueva vida y a encontrarse a si mismo.
Teniendo que subsistir es imperativo buscar trabajo y el destino, lo lleva a un oficio que pocos entendemos y que deriva de la actividad funeraria, una tradición japonesa llamada "Nokan", un arte de preparar a los muertos para su viaje eterno a través de la vestimenta, el maquillaje y la limpieza, el cual debe realizarse con solemnidad y mucho sentimiento.
A través de la dinamica con su jefe (Tsutomu Yamazaki), Daigo entenderá la importancia del trabajo que realiza además de reconciliarse con su pasado y entender la implicancia de la muerte no como un hecho tragico sino como un nuevo comienzo, un camino hacia algo que, a pesar de enigmático resulta esperanzador.
El nivel actoral de la cinta es maravilloso, los personajes del jefe y su pupilo desbordan la pantalla, no solo en la parte dramatica sino también en los momentos de humor negro que impregnan la pantalla. La historia es contada con una simpleza magistral pero con un sentido maravilloso para evocar la muerte como despedida, como tradición e incluso como esperanza.
Okubirito, mas que una pelicula para mi, ha sido una experiencia de vida, el mensaje de la linea argumental es redondo y ha calado cada una de mis fibras mas sensibles, a través de cada una de sus aristas, escenas magistrales como la sensación despues del debut en el trabajo al regresar a casa con su esposa, el maravilloso mensaje de las piedras mensajeras entre padre e hijo me han robado muchas lagrimas al ser momentos de magica tristeza. Asimismo, la cinta tiene momentos comicos sutiles a la vez que memorables, como el inicio de la cinta así como el video tutorial que realizan sobre el Nokan, realmente hilarantes que te dejan con esa sonrisa de satisfacción de poder disfrutar de tan hermosa pelicula.
Una joya que llega a mi, en el momento preciso, como otras tantas peliculas que llegaron en los diversos pasajes de mi vida, pero esta vez el mensaje o su fondo no es propicio para mi, sino para extenderselo a la persona que mas amo en este mundo: Mi Madre, quizas esta pelicula es su piedra mensajera para que pueda tener paz el día que su padre deje este mundo, los que la vean entenderán lo que escribo y a la vez, verán que estamos ante una gran pelicula que ayuda a desmitificar los temores de la muerte, señalandonos que tan solo es un estado mas de nuestras vidas y que quizas en vida, debemos aprovechar mas en dar amor y cariño a los que tenemos al lado, a fin de no llevarnos penas o rencores a la tumba.
En resumen, una verdadera obra maestra, digna de un Oscar, mas que una estupenda cinta es una lección de vida que, paradojicamente nos enseña a través de la muerte. La veremos juntos, mama.